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¡Hoy estrenamos blog!
Amigos y amigas de Mamanoalla: hoy estrenamos este blog con la intención de haceros partícipes de nuestra vida cotidiana, de nuestro día a día dentro y fuera de nuestras instalaciones. Para inaugurar esta sección, que espero que tenga una larga vida, os contaré una gran historia que tiene que ver un con un pequeño mueble y que fue, para nosotros, un placer participar en ella. Bienvenidos y bienvenidas a nuestro –vuestro- blog. Tras las teclas está Diego, y la narración comienza así…
En muchas ocasiones, sabiendo que nosotros, como es normal, estamos siempre metidos en ferias, chambos, anticuarios y demás fuentes de placer, me preguntáis si aún es posible encontrar esa ganga, esa pieza espectacular tirada de precio que valga la pena restaurar y atesorar por toda vuestra próspera existencia… Yo, sincero como soy, os contesto invariablemente que sí, que el destino tiene siempre en la trastienda ese detalle para nosotros que nos llene de orgullo por haberlo encontrado, rescatado y mimado. Y como en esta vida ya hay poca fe y se necesitan pruebas para todo, ilustro mi respuesta con esta bella anécdota.
Un buen día de invierno, con la noche ya cayendo tras las colinas que circundan nuestro taller en Breogán, una de las compañeras llegó teléfono en mano para pedir asesoramiento. Tenía abierta una aplicación del business de segunda mano, y dudaba si adquirir o no un extraño taburete:
-Diego, tengo este taburete en seguimiento, pero no sé qué hacer… ¿Valdrá la pena?
-Mi querida XXXX, la verdad es que la foto es un truño y no se ve ni de qué mate
El enorme hallazgo de una de vuestras compañeras.
rial es, pero no deja de ser bonito. ¿Cuánto cuesta el rollo?
-Pues nada, 20 euros, pero yo es por desplazarme más que por la suma del objeto en cuestión.
-Pues hija, mira a ver dónde está y si puedes hacer un raid rapidito.
-Pues sí, pues sí.
Después de que la señorita XXXX preguntase la ubicación del producto resultó que estaba a escasos metros de nuestro taller, así que decidimos, por lo menos, ir a echarle un vistazo a la mercancía. Así que, tras las clases, allí nos fuimos. El vendedor resultó ser un muchacho más que amable que nos trajo el taburete rapidísimo y nos explicó de dónde venía: una casa textil de bastante nombre por estas latitudes donde nos ha tocado vivir. El caso es que estaba repintado de una manera bastante tosca con un color negro fatal pulverizado, además de mostrar pequeños golpes que, en verdad, eran fácilmente reparables. Pero lo que nos llamó la atención a XXXX y a mí es que, por debajo, la pieza no fue repintada, y pudimos ver una más que interesante chapa de palisandro y una plaquita con una numeración que, con la emoción, no leímos con detenimiento. Como es obvio, XXXX se llevó el taburete y, metiéndolo en el maletero del coche, examinándolo un poco mejor, nos percatamos de que teníamos entre manos algo muy especial.
Bajo las luces del taller pudimos comprobar que estábamos delante de una reedición limitada de uno de los diseños más célebres de Sori Yanagi: el taburete Butterfly. Como era de esperar, no era una pieza de origen fabricada por Tendo Mokko, pero sí era una reedición legítima y comercializada bajo licencia por ese icono del diseño que es Vitra. Así que tuvimos que actuar en consecuencia…
Lo primero era eliminar la capa de pintura negra que escondía ese precioso palisandro, que XXXX removió con el cuidado más extremo, ya que queríamos mantener el barniz original del objeto a restaurar. Después de esa tarea de precisión se arreglaron y afianzaron los puntos delicados del contrachapado, encolando las zonas más golpeadas –esquinas y puntos de apoyo- y reconstruyendo pequeñísimas áreas estalladas de la chapa superficial. Aún trabajando con toda la disciplina y con todo el cuidado, era inevitable que ese barniz sufriese tras la erradicación de esa pintura ajena, así que preparamos la superficie para aplicar una muy fina capa de barniz al agua sobre el acabado original, resucitando por completo al butterfly. El resultado fue todo un éxito que multiplicó por mucho el valor del mueble.
Pero, mis queridas amigas, mis queridos amigos, el valor monetario no lo es todo. Aunque es cierto que la pieza llevaba consigo un inherente valor económico, lo mejor no fue recuperárselo, sino implicarnos y volcarnos de lleno en una muy pequeña y muy sencilla pieza que, por su belleza –que va más allá de cualquier talonario-, merecía volver a lucir, orgullosa –como quedó su dueña-, en un ambiente apropiado para ella, dentro de unos parámetros de cuidado y de admiración que sólo las manos que la han trabajado pueden comprender del todo.
Así que, en conclusión… ¿Aún podéis encontrar el gran chollo? ¿Aún podéis dar con esa cosa tan especial? Pues sí, mis lectores… ¡Y quién sabe si no será mañana!
¡Nos vemos en clase, amiguitos y amiguitas!
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