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El serio peligro de la humedad en la madera: cómo combatirla
Ver los resultados de un proyecto en el que has invertido tiempo, varias dosis de esfuerzo y, quizás, hasta dinero, resulta enormemente gratificante. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se trabaja con arcilla, una tarea nada fácil a priori, o se restaura un mueble antiguo, dándole, así, una segunda o hasta tercera vida. Pero el momento más tedioso llega cuando una serie de agentes externos terminan dañando la madera que habíamos empleado, dejando así todo el trabajo previo en balde.
Aunque pueda parecer un caso extraordinario, esto ocurre muchas más veces de las que pensamos, ya que las enfermedades más comunes de la madera realmente no son pocas. Insectos, moho, bacterias, pudrición… La lista no es, precisamente, pequeña. Lo que sí debemos saber, es que, en muchos casos, la mayoría de estos problemas es la causa directa de un exceso de humedad, que no se ha sabido tratar a tiempo.
Hablar de la humedad puede resultar muy genérico, sí, pero bien conviene mencionarla y detenerse en ella, porque aquí estamos tratando con el que es, posiblemente, uno de los grandes enemigos de la madera.
Por qué la madera se mueve
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la madera es un material natural. Es decir, pese a su evidente resistencia, se deforma y se mueve con el paso de los años. Esa transformación ocurre por una tendencia natural, y casi inevitable, de la humedad al entrar y salir de la madera. Recordemos, pues, que hablamos de un elemento que parte de un árbol vivo y que las cavidades de sus células están llenas de agua.
Y quizás, ‘el problema’ en este sentido es que actúa -digamos- como si fuera una esponja, que está continuamente tratando de ser igual que su entorno. Esto supone que una pieza de madera poco tratada lo que está haciendo continuamente es intentar alcanzar el mismo grado de humedad que circula en el aire (lo que se conoce como humedad relativa -HR-). Y son esos niveles variables en el ambiente los que no solo hacen que la madera gane o pierda humedad, sino también que se expanda o se encoja.
La teoría es la siguiente: a medida que aumenta la humedad relativa (HR), también se incrementa el contenido humedad de la madera (CM) , y por tanto, se expande. A medida que disminuye, baja también el CM, y por tanto, se encoge. Cuando ni gana, ni pierde, es cuando se dice que el material ha conseguido su contenido de humedad de equilibrio (EMC, por sus siglas en inglés).
En este sentido, no son pocos los estudios que han investigado y certificado como sí que existe una relación directa entre la humedad relativa y el contenido de humedad que tiene la propia madera.
En busca del equilibrio
Sabida la teoría, la pregunta ahora se antoja evidente. ¿Cómo se puede realmente conseguir un EMC óptimo? Para evitar movimientos bruscos en la madera, su contenido de humedad debe estar cerca del equilibrio con la que hay en el ambiente.
El EMC se mide según esa humedad relativa (HR) que comentábamos. Esto es así, porque la absoluta es la cantidad total de humedad en el aire, independientemente de la temperatura ambiente. A medida que el aire se calienta, se incrementa también su capacidad para retener la humedad. Por tanto, la HR es el porcentaje de la cantidad de humedad que el aire es capaz de contener a una temperatura determinada.
El siguiente gráfico muestra, cuál debería ser el EMC, según la humedad relativa del ambiente y la temperatura (en grados celsius). En cualquier caso, la forma más sencilla para medir cuánta humedad tiene la madera es a través de un medidor, que puede ser con o sin clavija. En interior, es óptimo que los niveles se encuentren entre 6 y 8 grados, mientras que en exterior, puede llegar desde los 9 hasta los 14.
Secado al horno
Ahora bien, llegados hasta aquí, ya resulta obvio saber que se lucha contra un elemento -la humedad- al que es prácticamente imposible hacer frente. Es decir, ya solo queda en nuestras manos prestar especial atención a la madera, cuidarla y tratarla como es debido, para evitar que los niveles anteriormente mencionados lleguen al extremo.
Por ejemplo, la madera recién cortada tiene mucha humedad. Eventualmente, esta se evapora por sí misma. Eso sí, el secado al horno es una opción interesante para acelerar el proceso. De hecho, parte de la madera sin terminar que se vende en el mercado ya ha pasado por este proceso, para reducir su contenido de humedad en agua a alrededor del 8%.
Hay que decir también que esta práctica es larga y tediosa, ya que consiste en un dilatado proceso en el que se expone la madera en cámaras o cuartos de secado, que ‘secan’ el material a través de estufas, difusores, etc. Esto generará una combinación de calor y aire adecuados para extraer los niveles de humedad de dentro de la madera.
Señales de alerta
Pese a todo, una vez pasado el tiempo, puede ocurrir que la madera con la que contamos en nuestra vivienda ya tenga un exceso de humedad que conviene tratar con urgencia. Algunas señales que nos deben poner en alerta son ver que la madera se ha hinchado o se ha abombado demasiado; también, por ejemplo, en suelos de madera, que haya grietas o se separe en exceso.
También otra forma de verlo es percibir una condensación de agua persistente. Es decir, si continuamente se forman gotitas de agua en la superficie de un piso de madera, sin una causa externa aparente. Esto podría indicar un exceso de humedad en el suelo.
Los olores a humedad también merecen atención. A medida que las bacterias y el moho se multiplican, pueden desprender hedores. Recordemos: la humedad promueve el crecimiento de moho y otro tipo de parásitos.
También un exceso de humedad puede suponer una ligera decoloración del acabado de la madera. Si el acabado de algunas tablas tiene un aspecto desigual y presenta muchas mandas en comparación con otras, puede ser otra señal clara de exceso de humedad.
Formas de prevenir la humedad
Una de las formas más sencillas es ventilar la casa de forma habitual. Sobre todo, en invierno u otoño, será más recomendable hacerlo en horas de sol. Así, también resultará eficiente mantener secos los ambientes en los que hay mayor condensación de agua, como baños, cocinas, sótanos, trasteros, etc.
Mantener la madera de forma periódica, limpiándola con los productos adecuados. Y, si fuera preciso, darle una nueva capa de barniz o aceites especiales que ayudarán a su protección.
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