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Cómo saber si merece la pena restaurar un mueble antiguo: qué debes tener en cuenta
Pongámonos en situación: imaginemos que nuestro vecino tiene algunos muebles antiguos en su garaje o en el trastero, cogiendo polvo y sin ninguna utilidad, ni tan siquiera en el aspecto decorativo. Entonces, cualquier día nos los ofrece. Es algo que podríamos usar como una cómoda, como una estantería o de cualquier otra forma. Pero sopesas que, quizás, meterlo en tu salón o habitación, estancias bien cuidadas con enseres sin ningún desperfecto, no sea la mejor idea. ¿Por qué íbamos a querer esa mesa desgastada y rayada?
Es entonces cuando pensamos que renovar esos muebles puede entrar dentro de nuestra opciones. Pero, claro, aquí vuelven a surgir las dudas. Esto también llevará un coste y puede que hacer ese esfuerzo económico no valga la pena del todo. Y, no solo eso, quizás sean piezas que en un futuro puedan tener cierto valor. ¿Restaurarlo podría disminuir su precio en los próximos años?
A decir verdad, a menos que la pieza sea una obra maestra de un artista de renombre o tenga una auténtica historia detrás o esté terminada con una técnica de pintura a mano con auténticos acabados, limpiar y/o restaurar esa pieza sí que puede ser más beneficioso que perjudicial en lo que respecta a su valor. En caso contrario, como decimos, deberíamos pensarlo dos, tres y cuatro veces, antes de ponernos los guantes.
En la mayoría de ocasiones, dar una segunda o tercera vida a un mueble viejo, con un mínimo de esfuerzo, puede ser la mejor de las opciones. Primero porque supone dar un toque original y distinto a nuestro hogar, también porque en la mayoría de los casos, supone un ahorro respecto a otros productos de nuevo cuño. Y además, y tal y como ya hemos comentado en Mamanoalla en varias ocasiones, la restauración de muebles es una de las actividades más ecológicas que podemos hacer como consumidores, ya que supone una apuesta decidida por la economía circular y la sostenibilidad.
Qué hacer antes de empezar el proyecto
Ahora que nos hemos decidido a quedarnos con esos muebles que nos han ofrecido, toca dar los primeros pasos. Es esencial, antes de nada, tomarse un tiempo para inspeccionar la pieza en busca de etiquetas o marcas de identificación que puedan ayudarnos a investigar el origen.
También es importante mirar la calidad general de la madera y la artesanía, el tipo de material qué es y si hubiera podido sufrir o padecer alguna infección, ya que puede haber estado guardado durante mucho tiempo en un lugar húmedo.
En ocasiones, tampoco hace falta desplegar todo nuestro arsenal de herramientas. Por ejemplo, si una cómoda sucia se ha conservado de forma bastante decente con el paso de los años, una opción puede ser realmente intentar limpiar los desechos acumulados y quitarle el polvo.
Es más, incluso, con muebles que no tienen el calibre de una obra maestra, la mayoría de los coleccionistas y tasadores, valoran un acabado original y algo de pátina, que es el debilitamiento del color que se produce con el paso de tiempo en algunos objetos. Esto hace que el artículo parezca viejo. Recordemos, pues, que es posible que decidamos vender la pieza algún día.
Así, a veces una limpieza completa y un poco de pegamento o barniz para mantener las juntas unidas, de forma segura harán mucho bien. Y, si esto no es suficiente, ya hay que tratar de estudiar qué tipo de restauración, y cómo, nos convendrá más.
Restaurar o renovar
Otro de los aspectos que conviene sopesar es sobre si es mejor restaurar una pieza y devolverla a su estado, más o menos, original, en lugar de cambiarla por completo o simplemente arreglarla al azar. Aunque siempre hay excepciones.
Por ejemplo, imaginemos un armario al que le faltan las puertas, la moldura está rota y una pata está podrida. Podría valer la pena el trabajo de salvarlo. Pero también puede ocurrir que decidamos que este artículo se verá mejor con un acabado envejecido que combine mejor o de un toque más especial a la cocina, al salón o a cualquier habitación. Y aquí, podremos tratar de restaurarlo, antes de renovarlo por completo.
Puntos a tener en cuenta
En definitiva, debemos valorar antes de restaurar un mueble si, primero, es una pieza fuera de lo común, si podemos estar ante una obra maestra o un clásico de artesanía al que estaremos restando valor si le metemos mano.
A veces, limpiar o dar un toque de barniz a la pieza, puede ser más útil que meternos con máquinas o herramientas más laboriosas. Hay ocasiones en las que el método menos invasivo pueda ser la mejor opción para meterlo en nuestro hogar.
Por último, también conviene entender que restaurar muchas veces vale más la pena que renovar. Especialmente con muebles valiosos.
¿Se puede estudiar restauración de muebles?
Sí. Por supuesto. De hecho, esta es otra de las opciones más socorridas. Aunque si bien, es peligroso, porque una vez que empiezas en el mundo de la restauración de muebles, es muy complicado salir, debido a los beneficios y ventajas que proporciona esta práctica.
Desde la actividad sostenible que comentamos anteriormente, el ahorro económico, el ser capaces de dar a nuestra estancia, con nuestras propias manos, una decoración única y original, y hasta los beneficios psicológicos que pueden proporcionar las actividades manuales (reduce la ansiedad y el estrés, favorece la concertación y hasta mejora la autoestima).
En Mamanoalla contamos con un curso de restauración en nuestro taller, en el que, teniendo en cuentas las técnicas y acabados más tradicionales y los materiales más modernos, os orientaremos para hacer de ese mueble, olvidado y maltratado, un punto focal para cualquier ambiente.
Nuestro personal estará pendiente de vosotros durante todo el proceso de restauración desde unas instalaciones donde trabajar se hace ameno, divertido y, sobre todo, relajante.
Para restaurar con nosotros tenéis dos opciones: la primera es traer vuestra pieza para trabajar, cobrando, además de la cuota mensual, el material que uséis en el taller. La segunda es aprender sobre una pieza nuestra, sin el coste adicional del material. Ambas opciones tienen un coste de 68 € mensuales, por los que tenéis derecho a cuatro horas semanales que podéis repartir como mejor os convenga y que están sujetas siempre a la mayor de las flexibilidades.
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